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EL CUERNO DEL UNICORNIO: DEL ÁRTICO AL TRÓPICO

El cuerno de unicornio es un objeto legendario al cual se le atribuían muchos poderes de curación y virtudes de antídoto. Estas propiedades lo convirtieron en uno de los remedios más caros y famosos en todas las cortes europeas durante el Renacimiento. Además, fue visto como uno de los bienes más preciosos que pudiera poseer un rey y se incorporó en todo tipo de elementos como cetros, empuñaduras de espadas, coronas y emblemas.

Muchos de estos objetos, en realidad, fueron elaborados con colmillos de narval, un cetáceo que vive en las aguas de los mares del Ártico y en el Norte del Atlántico. Algunos de estos mamíferos quedaban varados en las costas de Groenlandia y allí debieron pensar que en los reinos europeos pagarían una fortuna por algo que se parecía mucho al cuerno de unicornio que aparecía en códices, tapices y escudos heráldicos.

A través de una compleja red comercial se introdujo el cuerno de narval por los países escandinavos y de ahí a toda Europa. Erróneamente, supusieron que los colmillos procedían de los monoceros, el nombre con el que los antiguos griegos llamaban a unas bestias con cuerno que fueron descritas, entre otros, por el escritor romano del siglo I Plinio el Viejo como un «animal salvaje» con cuerpo de caballo, cabeza de ciervo, pies de elefante y cola de jabalí.

Según Plinio, los monoceros emitían una especie de mugido grave y tenían un cuerno negro de casi 90 centímetros de largo en medio de la frente y era imposible capturarlos vivos. A estas alturas creo que todos tenemos claro que el erudito romano estaba hablando del rinoceronte. Pero tampoco nadie en la Europa medieval había visto un rinoceronte vivo, al menos hasta el año 1515.

El rinoceronte de Alberto Durero

A principios de ese año había llegado a Lisboa un ejemplar de rinoceronte indio. A finales, el rey Manuel I le envió al Papa León X el animal por vía marítima, con tan mala suerte que el barco naufragó junto a la costa de Italia a primeros de 1516 y el animal, que viajaba fuertemente encadenado, se ahogó en dicho naufragio.

No obstante, la historia del rinoceronte y su cuerno no acabó aquí, puesto que el grabador alemán Alberto Durero realizó una interpretación basada en una descripción escrita y un conciso boceto que había realizado un artista anónimo en Lisboa. Dicha entalladura del exótico animal tuvo una gran repercusión y acabó sustituyendo la búsqueda del cuerno de unicornio por el de esta nueva especie, al cual también se le atribuían cualidades mágicas, medicinales e incluso afrodisíacas. Desde entonces el cuerno de rinoceronte sustituyó al de narval en el comercio clandestino de “unicornios”.

El “cuerno de unicornio” se podía adquirir en boticas como antídoto universal hasta el siglo XVIII, y los alquimistas usaban a su vez “polvo de cuerno de unicornio” en sus experimentos y fórmulas secretas.

Por supuesto, el verdadero unicornio nunca fue capturado, pero eso no evitó que se convirtiera en una figura mítica, aunque sus “cuernos” en realidad provinieran de otros animales que habitaban el océano, la sabana o las selvas tropicales.

CM EDITORES